Son muchos los autores que a lo largo de los años han puesto en alza la importancia de la Inteligencia Emocional. Darwin, Peter Salovey y John Mayer o Daniel Goleman son algunos de los que han hablado del tema intentando buscar las características que forman esta habilidad humana de comprender las emociones y regularlas.
Y es que, de acuerdo con Daniel Goleman, la Inteligencia Emocional (IE) se define como la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de perseverar a pesar de las frustraciones, de controlar los impulsos, de regular nuestros propios estados de ánimo y de empatizar y confiar en los demás.
A grandes rasgos, se puede decir que hace referencia al talento que cada persona tiene a la hora de conocerse a sí mismo y saber cómo funciona su cerebro a nivel emocional.
ELEMENTOS CLAVE DE LA IE.
Este mismo autor establece que la inteligencia emocional contiene cinco elementos clave que la dan forma y que hacen más sencillo adquirirla y gestionarla.
Por un lado, es fundamental, como se ha dicho anteriormente, el hecho de conocer tus propios sentimientos. La manera en la que fluyen y la forma en la que esas emociones afectan a nuestra manera de actuar diariamente. Así, de antemano conocemos tanto nuestros puntos fuertes como nuestras debilidades y sabemos cómo actuar frente a una situación de crisis.
En segundo lugar, Goleman hace referencia a la autorregulación como un elemento reflexivo. Un pilar fundamental para detectar la tipología de la emoción y, de esa manera, estar seguros de las características de la misma para aprovechar aquellos aspectos que nos benefician y desechar aquellas situaciones que nos dañan.
Unido a todo esto viene el tercer de los puntos fundamentales de la Inteligencia Emocional, la automotivación. Sin duda, una de las mejores maneras de estar a gusto consigo mismo.
La manera de motivarnos puede guiarse en guiar el enfoque personal de las emociones hacia metas y objetivos más que centrarnos en los baches que tiene el camino. Es imprescindible tener una mirada positiva de la vida y centrarnos en objetivos a largo plazo ya que a veces los de corto plazo pueden vaciar de importancia el gran valor final a conseguir.
Si es importante conocernos a nosotros mismos, también es fundamental el saber reconocer las emociones de los demás o lo que más comúnmente se conoce por empatía. No hay que quedarse en la primera capa, hay que saber leer gestos, reacciones… De esa manera, podremos saber qué le sucede a los demás y ponernos en su lugar.
Por último y no por ello menos importante, llega la manera que tenemos de manejar las relaciones con los demás. Saber comunicarse es fundamental, movernos en círculos en los que nos sintamos cómodos… Al fin y al cabo, la manera de relacionarnos con los demás puede afectar a nuestros sentimientos por eso hay que saber cómo nos sentimos cuando estamos en un grupo concreto.
NUESTRO CEREBRO: REGULADOR DE EMOCIONES.
Una de las capacidades fundamentales de nuestro cerebro es su rasgo vinculado a las emociones. Saber manejarlas para no crear sentimientos negativos que afecten a nuestra capacidad física.
Y es que, el intercambio de información entre la parte racional y emocional de nuestro cerebro es lo que nos ayuda a gestionar esos sentimientos que vamos generando.
Este aspecto afecta, efectivamente, a la capacidad de gestionar nuestra Inteligencia Emocional.
Según sabemos las emociones tienen dos vertientes: las que nos afectan y las que no. Así de sencillo.
Nuestro cerebro es el que se encarga de dar significado a cada una de ellas pero es nuestra experiencia la que les da sentido (memoria emocional). Así que es fundamental saber qué es lo que nos hace daño para no caer en un drama innecesario o, al menos, saber cómo afrontar una situación que puede ser algo negativa para nuestras emociones.
IMPORTANCIA DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA EDUCACIÓN.
Y si importante es, por nuestro bienestar psicológico, controlar este tema en nuestro día a día más importante es si cabe ponerlo en práctica dentro de las aulas.
Más allá de lo que ya hemos visto, la IE se vincula a un desarrollo óptimo de ciertos aspectos educativos. La atención, la creatividad o la motivación del alumnado están fuertemente vinculadas a este aspecto y es que la forma en la que actúan nuestras emociones es importante a la hora de retener conceptos o desarrollar ciertas acciones.
Es obvio, que si nuestros alumnos y nuestras alumnas se encuentran con los sentimientos un poco alterados, la manera en la que su atención o su motivación entra en funcionamiento seguramente no es la mejor.
Por otro lado, la memoria, el pensamiento… también pueden verse afectados por no tener desarrollada una buena Inteligencia Emocional.
Sea por lo que fuere, siempre hay que estar junto al alumnado. Crear ambientes seguros, lugares de confianza, practicar la autorregulación, hablar mucho de las emociones…
Existe un gran catálogo de acciones que deben hacer que el alumnado se encuentre seguro para crecer libres, tranquilos y conscientes de sus emociones.
Y es que, al fin y al cabo, comprender nuestras emociones siempre va a ser beneficioso.
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abril 2025 |
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